Fernand Braudel o la totalidad

Sin cubierta
Número 02
2
1986
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Impresión: 2146

Revisión

Su visión era grandiosa. Si hubiera que cifrar en una palabra la originalidad y la importancia de la obra de Fernand Braudel, que acaba de morir, sería permisible hablar de una voluntad de historia global. ¿Qué quiere decir eso? En primer lugar, y sobre todo, que al historiador clásico, que narra acontecimientos elegidos más o menos arbitrariamente, en razón de su importancia tradicional y usurpada —las batallas, los matrimonios, las sucesiones reales, los hechos sublimes—, debe oponerse un historiador total, capaz de dar cuenta de todos los aspectos diversos de la realidad. La historia de las guerras y de los grandes no es sino una fracción minúscula y a menudo insignificante de esta realidad. En el momento en que las famosas ciencias humanas han alcanzado su apogeo, el historiador debe ser simultáneamente geógrafo, geólogo, quizás, economista, sociólogo, lingüista, especialista de la cultura y las religiones, antropólogo, en cierta medida biólogo, y en todo caso un observador de la vida cotidiana. Dirigida sucesivamente por Lucien Febvre y Marc Bloch la ilustre escuela de los Anales ya había avanzado en esta dirección, dejando de lado, según la fórmula de Paul Valéry, "la espuma ligera de los acontecimientos" en favor del estudio de las grandes corrientes económicas y sociales que dan forma lentamente a la historia de las civilizaciones.

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